narrador

sábado, 4 de julio de 2009

A veces, después de estar leyendo (especialmente a Murakami) o al terminar de ver una película, tengo la necesidad de narrar mentalmente lo que hago. Todo lo que hago, aunque sea la cosa más absurda.

"Júlia abrió la nevera, aunque sabía que dentro sólo había un limón viejo y sobras de arroz con verduras. Sostuvo la puerta abierta un momento, sintiendo el aire frío del aparato. Al cerrarla, fijó la vista en aquella postal que conocía de memoria. "Blue without you" decían unas letras (azules) sobre fondo blanco. Al lado, una fotografía de ellos dos, la tarjeta del restaurante japonés a la asdfque él la llevó en la segunda cita y una nota para recordar que había que comprar detergente".

"Se sentó en la cama, delante del montón de ropa limpia. Prenda a prenda, las doblaba cuidadosamente y las apilaba una encima de otra. A un lado su ropa, al otro la ropa de él."

Otras veces son cosas puntuales, y más cortitas.

Como cuando corro hacia el autobús en invierno, sujetándome el cuello del abrigo para que no entre el frío.

O cuando me despierto a media noche y me abrazo a tu espalda, sigilosamente.

O en el primer chapuzón del año, cuando se me corta la respiración por la temperatura del agua.

También cuando me das un abrazo repentino si nos cruzamos en la cocina.

O cuando consigo la luz que quería en una fotografía.
flors

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